Es una planta nativa de la cuenca del Mediterráneo pero que también crece en el Sahara, cerca de flujos torrenciales, sobreviviendo a las más duras sequías. Fue la primera planta en florecer después de la explosión de Hiroshima. Y, por supuesto, es un arbusto de hoja perenne. Su generosidad también la convierte en un material extraordinario. La ceniza obtenida de quemar sus ramas se empleaba para fabricar pólvora; sus hojas maceradas para combatir la caspa; sus tallos cubrían las plantas leguminosas para protegerlas contra enfermedades. Y sus tallos, en manos de buenos artesanos, se transforman en bellos objetos de cestería. Sí, en Let’s Pause somos muy fans de Adelfa. (Y de Dafne).